viernes, 6 de enero de 2012

No había palabra.No existía. 
No podía existir una palabra que compensara aquel gesto. Aquel heroico, valiente y hermoso gesto.
Ahora el reloj parecía no avanzar, el teléfono no sonaba y yo comenzaba a entrar en desesperación. 
Mi calendario marcaba Lunes, y eso era angustiante, pese a que el colegio fuese lo último en lo que pensaba en ese momento. 
Tenía que dar comienzo a una semana sin tener las cosas lo suficientemente claras en mi cabeza.
Me puse de pie y me introduje en la ducha después de seleccionar ropa; con el agua tibia refrescando mi cara comencé a pensar en el, en aquel que yo me había encargado de menospreciar y tratarlo como si no tuviese sentimientos, ni alma.
 ¿Y es que nunca se me cruzó por la cabeza  la idea de que la imbecil era yo? 
Cargaba con la culpa, y por eso mismo necesitaba verlo.
Tenía que verlo.